Historia

El convento de Santo Domingo de Huéscar, fundado hacia 1547, fue edificado durante más de medio siglo. Su iglesia se finalizó en 1585, y la mayoría de las diez capillas de ésta, entre los últimos años del siglo XVI y comienzos del XVII. Las obras sufrieron paradas y retrasos ante la falta de recursos, y algunos proyectos debieron abandonarse, como la construcción de la capilla mayor o el claustro.

Las fachadas del convento y su iglesia forman el ángulo noroeste de la plaza de Santo Domingo. El edificio se planificó y construyó orientando el altar mayor hacia el norte y situando la puerta principal al sur. El lado del evangelio quedaba orientado hacia el huerto del convento, en el lado oeste, y por el lado opuesto, al este, lindaba con la calle de las Mártires, actual Mayor.

El proyecto inicial de su obra sólo se pudo hacer realidad en parte, y lo que se construyó sufrió un considerable retraso. De este modo la armadura de madera de la iglesia, auténtica joya artística y obra maestra de carpintería, fue programada y dibujada hacia 1554, pero su fabricación no pudo llevarse a efecto hasta justo treinta años después, en 1584; el claustro varias veces retomada su obra, acabó finalmente por ser un simple espacio de huerto separado del exterior por sencillas tapias; tampoco pudo realizarse el ábside de la capilla mayor, y la luz del enorme arco que al efecto se hizo hubo de ser cegada con un muro; las capillas, cinco a cada lado se correspondían con capilla de San Gregorio, la de San Cosme y San Damián, la de San Blas, la de Nuestra señora de la Encarnación, la de Santa Catalina mártir, la de San Pedro mártir, la de San Juan de Letrán y la de Nuestra Señora del Rosario.

La fabricación de la armadura, de par y nudillo, y el coro, fue contratada definitivamente por los carpinteros Alonso García y Esteban de Riberón, en 1584. Las obras del convento, como hoy lo conocemos, parece ser, se iniciaron hacia 1596.

El convento de Santo Domingo jugó un muy importante papel en la ciudad durante toda su existencia. La piedad de la gente de siglos pasados, permitió a los frailes dominicos de Huéscar la erección de un imponente edificio que fue abandonado, tres siglos después a raíz de la desamortización de Mendizábal en 1835.

Posteriormente fue utilizado como cárcel del Partido Judicial, acuartelamiento, etc., y en 1844 el Ayuntamiento decide subastar el convento.

Es en 1858 cuando se constituye la Sociedad Teatral Oscense que realiza la adaptación arquitectónica para local de espectáculos. Estas obras, si bien alteraron por completo la primitiva visibilidad de las naves del templo dominicano, no afectaron para nada a su fábrica, y menos a su armadura mudéjar, que quedó oculta por completo a las miradas de los espectadores.

La única víctima de la adaptación fue el costado externo del alfarje del coro, que, por su gran avance, fue recortado y hubo de perder toda esta línea de zapatas y cabezas de vigas, apeadas en el muro que se levantó como fondo de sala. El resultado fue sorprendente, porque quedó un pequeño teatro muy completo y decimonónico, cuyo uso como tal, como sala de espectáculos y mítines, y como “cine”, ha durado hasta los años inmediatamente posteriores a la II Guerra Mundial.

Después de haber sobrevivido a más de cuatrocientos años de historia y dos guerras devastadoras, de bastantes años de abandono progresivo y multitud de vicisitudes, hoy ha sido rehabilitado consiguiendo un doble objetivo en la misma intervención, por un lado la rehabilitación arquitectónica del conjunto de edificios (Iglesia de Santo Domingo y Capilla del Rosario) y ordenación del patio del claustro anexo y, por otro, la rehabilitación funcional de la actividad teatral que se desarrolló en ellos desde mediados del siglo XIX.

El edificio, conocido como Teatro Oscense, fue la antigua Iglesia del Convento de Santo Domingo, declarado Monumento Nacional (hoy B.I.C.) mediante el R.D. 811/80 de 7 de marzo de 1980 (B.O.E. no 107 de 3 de mayo de 1980).